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Sinopsis
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Los saltimbanquis y los banqueros tienen un origen común: el banco de la plaza pública. Los banqueros se sentaban en él para especular con el dinero arriesgando una bancarrota y los saltimbanquis especulaban con la imaginación, equilibrándose con riesgo de romperse la crisma.
Los banqueros han convertido sus crisis en un espectáculo bochornoso, en el que se presentan como mendigos para solicitar que los rescatemos con el dinero público, cada vez que se enfrentan a las turbulencias de sus guerras privadas por el beneficio sin lÃmites, sin regulación y sin vergüenza.
Ante semejante espectáculo los saltimbanquis se han quedado de espectadores.
La escena ha sido arrebatada por obscenas sociedades secretas que hipnotizan a las audiencias con una ficción hipócrita en la que nos presentan a Mammon, su dios del dinero, como adorable estrella superstar.
Pero los saltimbanquis somos de Dionisos y de Tespis, de Perséfone y Afrodita, y nos acompaña Tezcatlipoca por el norte y Ngenechén por el Sur y somos destructores de ese narcótico dinerario y de esas ilusiones.
Esta es la historia de un saltimbanqui que solicita su propio rescate y que predica con la biblia de los arruinados: El Mercader de Venecia de William Shakespeare. Un manual que nos advierte de como se nos arrastra a la bancarrota del alma. Una mirada en los orÃgenes de esta NeoReligión que ha conquistado en pocas décadas más fieles que el judeocristianismo y el islam, y que sin escrúpulos nos presenta su santÃsima Trinidad: El Fondo Monetario, la Organización Mundial del Comercio y el Banco Mundial.
Este saltimbanqui se nos presenta como un banquero anarquista que denuncia el fanatismo con que muchas economÃas, a través de la carga de la deuda, han sido aniquiladas y que señala la acumulación de riqueza financiera, cada vez en menos manos, como un teatro cÃnico que ha alcanzado obscenas proporciones.
¿Quién es este vagabundo, este judÃo errante, que se atreve a cobrar lo que se le debe aunque tenga que arrancarle media libra de carne del cuerpo miserable, a estos sacerdotes de la especulación que se han convertido en nuestros implacables acreedores?
El espectáculo
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¡A la barca de los arruinados​
​ que parte de Trebisonda...!
¡Nadie debe nada!
Tras la paletada
¡ Nadie debe nada!
que el rescate llega
¡Nadie debe nada!